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Las formas de ésta serie de piezas escultóricas que se muestran en El Arco Azul han sido extraídas a través de la técnica MoCap (Motion Capture) de los movimientos de la bailarina, coreógrafa y neurocientífica Eva Sánchez, que ha traducido al baile varios sentimientos creando pequeñas coreografías destinadas a ser petrificadas.

La propuesta surge de Lara Marín y Alejandro Romero que trabajan, desde hace tiempo, con captura de movimiento y su traslado a softwares para distintos fines y que han realizado proyectos relevantes en el campo del ballet. Como por ejemplo, la colaboración con el Ballet Nacional de España BNE en 2021. En 2022 fundan el proyecto Role Studio en el que la aplicación de ésta técnica para distintos usos es uno de sus principales motores.

La materialización de ésta investigación, cuyos resultado podemos observar en la muestra está conformada por tres esculturas que nos podrían recordar al intento de captación de la velocidad del futurismo italiano, trata sobre los sentimientos y es, en parte, herencia de la relación directa de Eva y Lara con el baile y también, del tiempo que pude compartir con Alejandro en la Universidad de Plymouth el pasado verano, en la que trabajamos mano a mano con Diego Zamora y Jonathan Chacón que dieron continuidad a su búsqueda iniciada en 2023 para convertir el movimiento en volumen para posibles aplicaciones en el diseño.

En ésta ocasión, podemos observar en los resultados de este ejercicio de objetualización de los movimientos que, aunque todos los sentimientos tratados son muy diferentes (y a veces antagónicos), las formas resultantes de éste proceso no lo son tanto, al menos si no activamos una mirada analítica en la que la interpretación juegue un papel central. Éste hecho nos puede llevar a pensar que, de algún modo, la diferencia significativa (así en el baile como en la vida) se encuentra entre sentir y no hacerlo (si es que es eso posible). Entre la pasividad y el movimiento. Entre hacerlo con intensidad o sin ella. O dicho en términos freudianos: entre la pulsión de vida y la pulsión de muerte.

Se dice que el cuerpo es la manifestación física de la existencia humana y que es la base a partir de la cual interactuamos con el mundo y con los demás. Las esculturas resultantes del cuerpo y de los movimientos de Eva, sin más movimiento que el de nuestra mirada y la velocidad de rotación de las bases giratorias sobre las que se sitúan en éste formato expositivo, son el resultado de una danza que sí expresa, a través de gestos corporales, variables como la velocidad o la expresión de la cara que no se plasman de manera evidente en estas formas. Sin embargo hay otras, como la amplitud o la direccionalidad de movimiento, que son clave en el resultado de los volúmenes.

Nuestra experiencia corporal moldea nuestra percepción del mundo y de nosotros mismos, influyendo en nuestra autoimagen y en cómo nos relacionamos con los demás. Las formas que contemplamos hoy tienen mucho que ver con una actualidad atravesada por la tecnología. Dado que han pasado por varios filtros digitales, se aprecian las interpretaciones que la virtualidad (todavía con intervención humana) ha hecho del rito ancestral del baile. Es también importante la ausencia de olor y de sudor en estas nuevas experiencias de cuerpos digitalizados. A la forma resultante le hemos aplicado el filtro de la distancia digital y de lo aséptico del plástico.

Un ejemplo de danza que se refiere a un sentimiento humano de forma muy descarnada es la danza Butō. Ésta nació después de las bombas atómicas que Estados Unidos arrojó sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki en la Segunda Guerra Mundial y es la expresión misma del dolor. El que sintieron los que murieron, pero también el de los supervivientes e incluso, el de los que fueron testigos. Como los propios creadores de la danza Tatsumi Hijikata y Kazuo Ohno en respuesta al trauma y la devastación.

Somos espectadores de un mundo, a veces, insoportable, en el que nos es difícil gestionar nuestras emociones. ¿Cómo soportar el dolor de ver morir también hoy a miles de personas a través de nuestras pantallas? ¿Cómo soportar el dolor de ver morir ‘de cerca’ a miles de niños y niñas, mujeres y hombres en Palestina sin poder actuar de ningún modo?

¿Acaso podría ayudarnos a comprendernos mejor nuestros sentimientos esta nueva forma de observarlos? ¿Acaso podría ayudarnos a entender mejor a los otros y a su felicidad, su tristeza, su rabia, su miedo, su alegría, su amor, su ansiedad, su culpa o su vergüenza?

Este proyecto, que promete un largo recorrido, se encuentra aún en su primera fase. Me atrevo a decir que ésta exposición representa el principio de un camino en el que se ahondará en temáticas que, aunque han acompañado al ser humano a lo largo de toda la historia, se abordan ahora con la integración de nuevos procesos tecnológicos que nos darán la posibilidad de descubrir elementos y características que permanecían invisibles. Quizá materializar lo que antes no podíamos ver nos ayude a comprender mejor algo tan inherente a nosotros como son los sentimientos. Tratar de entenderlos a través del cuerpo y la comprensión de su movimiento quizá nos ayude a vivir más cerca de nuestro propio ser.

Texto: José Delgado Periñán de ARAN art network

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